Que arrase la ternura los hogares dolientes,
que se extienda por las calles el olor a pan recién hecho,
que se enciendan chimeneas en las casas
y no falten en los cajones,
bolsas de caramelos,
que sentados en las piedras,
sigan contando los chavales historias de viejos,
que a última hora de la tarde
queden los pájaros dormidos en sus ramas
y mezan en el regazo las abuelas a sus nietos.
No perdamos nunca de vista
los placeres pequeños.
Volver a sentir la tierra resbalando por los dedos,
beber en las cascadas,
y si la vida te lleva ....
bajar a los infiernos,
subir a las montañas,
cruzar algún desierto.
Que no todo se acabe donde termina el cuerpo.
Respira,
respira hondo,
con los ojos cerrados
y los brazos abiertos,
deja que la vida te empape
cuando llueves por dentro
y que inunde tu casa
de placeres pequeños.
Cuando todo se acaba,
solo nos queda eso.