viernes, 25 de mayo de 2018

La historia de dos calles transversales

Mi barrio tenía dos calles transversales
que no estaban asfaltadas,
las viviendas de una planta
con patios y corrales,
la mía, además,
secadero,
 higuera
y una cuadra.
Tatué su plano en la memoria
y aún puedo construirla
y recorrerla
cada vez que necesito
volver a la infancia.
La primera vez que la vi,
me enamoré de sus rincones,
de las vigas en el techo,
las paredes de cal
y del suelo de caña.
 En alguna de sus alacenas hay una caja
con un cartel que dice:
"Aquí guardo la niña que fui."

Aquel era un sitio de puertas abiertas,
no habías acabado de oír
cómo te llamaban:
Maríaaaa!!!
cuando Antonia ya estaba dentro de casa,
oliendo el puchero de la cocina.
Los motivos que nos unían,
eran mayores que los que nos separaban,
nada se escondía,
la verdad entraba desnuda por las ventanas sin rejas,
las voces, las risas,
los golpes, la prisa,
y a la mañana,
el brazo partido
o algún moratón en la cara.
Pero, te acuerdas Fabi?
cuando desgranar el maiz
fundía nuestras familias
y tiraba la única pared que nos separaba?.
Nacimos a un tiempo
en casas vecinas
y nos dormían juntas
para ver si enfermabas
conmigo,
y las dos a la vez,
pasábamos de sanas a enfermas
y de enfermas a sanas.
Confieso que tengo en algún cajón del cerebro
una lista con sus nombres y sus caras,
el cariño y el respeto
pesa más, ahora que faltan.
Quedan pocos ya
de los de antes que asfaltaran las calles
y llegaran los coches  a conquistarlas.
Los chiquillos que eramos sus dueños
que gastamos las suelas,
las fuerzas
y los años,
jugando allí,
tenemos aprendida letra a letra,
 cada página
de aquella historia sin escribir.


jueves, 24 de mayo de 2018

Perlas de agua

Los días son  maestros
que dejan plantadas en mis sentidos
perlas de agua.
Todo lo que llega,
en cada momento
por ojos, nariz, boca
piel y oído,
convierte la memoria en un campo de hierba
mojado de escarcha.
Si estamos dispuestos
a recoger esas perlas,
encontraremos
motivos para la razón,
impulso para el corazón
y contenido para la palabra.

Raiz

Sentada a la sombra de la morera,
escucho los sonidos de la mañana,
las voces de los pájaros,
contándose sus cosas,
rugidos lejanos de motores,
pero tan débiles
que no me alcanzan.
Al fondo,
la sierra,
todavía no ha convertido toda su nieve en agua
y las nubes de sus cumbres,
más la adornan que la tapan.
Delante,
una palmera se asoma entre las copas de los almendros,
una chimenea, ahora sin humos,
y una paloma en la farola,
terminan la estampa,
y conmigo,
esa idea profundamente enraizada,
de que siempre he pertenecido a este lugar,
aunque el no existía
y yo no estaba.


A veces callamos

A veces callamos
porque nada de lo que escuchamos
se parece
a lo que queremos oír,
porque las preguntas de los demás
se dan por vencidas,
porque creemos que nuestra opinión
no va a interesar.
A veces callamos
porque tenemos el cuerpo en el presente
y la cabeza en otro tiempo,
en otro modo
o en otro lugar,
callamos,
porque tenemos mucho  que decir
y nos perdemos
buscando la punta de la hebra
que necesitamos
para empezar a tirar.
A veces,
acumulamos tantas sílabas sin unir,
que el peso de arrastrarlas
nos explota
y abre agujeros de cañón
en el pecho.
Esta boca
que es amiga del secreto,
sabe que negó la vida
a todas las cosas
que pudo y debió de contar.

El silencio puede ocupar su lugar
y la voz su asiento,
ahora vais a escuchar
todo lo que el silencio cayó
y la voz no supo explicar.
Atento todo el mundo!,
la poesía va a comenzar.

miércoles, 2 de mayo de 2018

Seguir viva

Tengo que aprender a vivir sin ti
y me cuesta pensarlo,
imagínate hacerlo.
Recoger y pegar,
poco a poco,
los pedazos,
que me quedan de alma.
Vaciar los cientos de litros de lágrimas
que me inundan,
y construir  en su lugar,
los cimientos,
de mi nueva casa.
Las ventanas
grandes,
al sur,
para que entre el sol por las mañanas,
que no deje
ni un resquicio
sin luz,
que de sombras,
ya está bien servido
el otro lado de mi cama,;
el tuyo,
el que ya no ocupas,
el que dejaste repleto de caricias,
por si alguna vez,
me despierto en la noche
y noto que  faltas.


Levanta,
no tardes más,
recoge el futuro que te queda,
mételo en una mochila
y anda.
Siempre
y lo digo otra vez,
siempre
estaré contigo,
 si te giras y no me ves,
es porque voy cosido
a tu espalda.
Pero ahora,
devuélvete la risa,
cose tus heridas abiertas
y busca la manera
de empujarte hacia arriba
cuando caigas;
procura no sentirte sola aunque lo estés.
Si la tristeza te habla,
no la escuches
y si la pena te ronda,
no le abras.
No podría irme tranquilo
si me llevo tu vida con la mía.
El tiempo manda,
y el tuyo está ahí,
 al otro lado de esa puerta,
esperando a que lo llenes
con todas las ganas de vivir
que le hagan falta.